martes, 25 de julio de 2017

El joven y el sabio



Un joven fue a ver a un sabio cierto día y le preguntó:

Señor, ¿qué debo hacer para convertirme en un sabio?

El sabio no contestó.

El joven, después de haber repetido su pregunta cierto número de veces con parecido resultado, lo dejó y volvió al siguiente día con la misma demanda.

No obtuvo tampoco contestación alguna, y entonces volvió por tercera vez y repitió su pregunta:

Señor, ¿qué debo hacer para convertirme en un sabio?

Finalmente, el sabio lo atendió y se dirigió a un río que por allí corría.

Entró en el agua llevando al joven de la mano.

Cuando alcanzaron cierta profundidad, el sabio se apoyó en los hombros del joven y lo sumergió en el agua, a pesar de sus esfuerzos para desasirse de él.

Al fin lo dejó salir, y cuando el joven hubo recuperado el aliento, el sabio interrogó:

-  Hijo mío, cuando estabas bajo el agua, ¿qué era lo que más deseabas?

Sin vacilar contestó el joven: aire, quería aire.

- ¿No hubieras preferido mejores riquezas, placeres, poder o amor? ¿No pensaste en ninguna de esas cosas?

-  No señor, deseaba aire y solo pensaba en el aire que me faltaba - fue la inmediata respuesta.

-  Entonces - dijo el sabio -, para convertirte en un sabio debes desear la sabiduría con la misma intensidad con que deseabas el aire. Debes luchar por ella y excluir todo otro fin de tu vida. Debe ser tu sola y única aspiración, día y noche. Si buscas la sabiduría con ese fervor, seguramente te convertirás en un sabio.

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